domingo, 15 de julio de 2007

Semana culinaria

Buenos díasssssssssssss (tardes para mi)
Veo que me vais dejando mensajitos y quiero que sepáis que se agradecen ¡un montón! Me hacen mucha ilusión, de verdad, así que no os cortéis y seguid escribiendo, jeje.

Un taiwanés me ha aclarado que, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, en Taiwán la gente no escupe por la calle, apenas quedan los que descansan en cuclillas y desde luego que no entienden el gesto de la mano hacia atrás como “mañana”. Está bien saber que en Taiwán ¡no funcionan así!

Esta semana la verdad que no ha sido tan productiva como la anterior pero supongo que es normal. Al fin y al cabo no importa lo lejos que uno esté, siempre acaba instalándose la rutina (un ir y venir continuo y desorganizado pero continuo siempre). Aún así tengo cosas que contaros, no os penséis que os libráis, jeje

Para empezar con el plato fuerte os cuento que ya por fin he visitado la Ciudad Prohibida (Gu gong). Por mal que me sepa escribir esto lo cierto es que me decepcionó un poco. Matizo: me decepcionó la entrada. Supongo que todos habéis visto la típica entrada con los Puentes de mármol (esta de la izquierda) así que sabéis de lo que hablo. Se trata de una imagen panorámica de la entrada a la Ciudad y, al ser panorámica, se ve enorme. Claro, cuando entras y esta abarrotado de turistas (entre 200 y 300 mil diarios frente al millón-millón y medio diario de Tiananmen) y, encima, en obras, pues te sientes un poco defraudado. No obstante, he de reconocer que no escogimos un buen día (sábado y a mediodía) aunque me han comentado que durante la semana los turistas siguen entrando a cientos. La verdad es que uno no puede sino preguntarse cómo lograban orientarse los chinos entre tantos callejones y templos y casas todas iguales (porque la uniformidad se impone en casi todo el recinto) aunque imagino que no todos tienen una memoria pez como la mía. La verdad es que tuvimos un poco de mala suerte porque el día estaba de todo menos soleado así que las fotos no salen muy allá aunque la que hice desde lo alto del (entonces) parque imperial (exterior) de Jing Shan (donde se encuentra el árbol en que se dice se colgó el último emperador Ming ante la inminente llegada de los Manchúes) es bastante impresionante. Todo lo que abarca esta foto es la Ciudad Prohibida y más allá de la niebla contaminada (solo 100 de cada 365 días del año está despejado en Pekín, ejem, viva el aire puro…) continúa; imaginaros. Precisamente por tener estas dimensiones se hace imposible visitar la Ciudad adecuadamente en solo unas horas. De hecho, creo que volveré a entrar una vez más porque apenas me dio tiempo a ver nada (el Jardín Imperial, el Salón de la Suprema Armonía, las Calderas y algún pequeño museo de la Emperatriz y Concubinas). Es que solo cruzar la Ciudad ya te lleva un buen rato y si encima está que no cabe un alfiler pues podéis imaginaros. Además, ver las cosas sin saber lo que representan es un rollo porque no me entero. Por ejemplo, al pasar por una de las puertas vimos una especie de caja grande roja con emblemas amarillos que TODO EL MUNDO tocaba y, aún sin tener ni idea, nosotros no fuimos menos y la tocamos también. De lo que sí me enteré fue de las bolas o tachuelas esas raras que sobresalen en las puertas. Por aquello que os explique de los números todas y cada una de ellas están adornadas con 81 (9x9). No dejaban nada al azar estos chinos, ¿eh?... La anécdota del día fueron dos en realidad. La primera fue que, al salir, Marina y yo quisimos hacernos una foto al lado de uno de los guardias de la Ciudad (de estos que van más tiesos que una vara) y, para nuestra sorpresa, en cuanto nos acercamos, ¡¡huyó de nosotras como de la peste!! El guiri que nos hacía la foto se partía la caja, y no me extraña, porque se nos quedó una cara de “oye, qué pasa tío, que hay que pagarte un plus para hacerte una foto o qué”. Muy fuerte. Más aún fue el momento que yo denomino “Victoria Beckham”.

Resulta que nos cruzamos con un grupo de escolares chinos que, por lo visto, no han visto una pelirroja en su vida así que tras mucho mirarme y remirarme (sin ningún disimulo, of course), por fin se atrevieron a hablarme. Primero vino uno que en inglés macarrónico, pero con mucho mérito, me preguntó si podía hacerse una foto conmigo. Le dije que sí y en cuanto acabó vino otro a lo mismo. Volví a aceptar y ya me di la vuelta para seguir hablando con Marina. Me di cuenta de que no paraba de mirar hacia atrás y cuando le pregunté me dijo “es que te están haciendo todos ¡¡fotos y vídeos!!”. Qué ridículo madre mía. Pues por si no tenía poco se me volvió a acercar otra niña que me pidió educadamente otra foto. Volví a aceptar (heme yo aquí con ella) y acto seguido vino otra y a mi ya me dio la risa porque con ella ya la gente fue a saco paco con las cámaras y en un instante tenía un grupo entero de gente delante de mí con sus digitales apuntándome. Por supuesto, ya sí que no pude más y me fui. ¿Os imagináis lo surrealista de la escena? Ni que fuera un monumento o algo así…
Por cierto que me han confirmado que es cierto que dentro de la Ciudad Prohibida abrieron un Starbucks aunque nadie sabe si lo llegaron a retirar. Yo no vi ninguno, claro que como para poder verlo todo en unas horas…

Otro de los sitios en los que he estado esta semana ha sido el parque de Taoranting. Además de hermoso y auténtico (creo que éramos los únicos occidentales del lugar), me permitió disfrutar de las únicas luces en el firmamento que se atreven a brillar entre tanta contaminación. Por supuesto, me refiero a las cometas chinas (mucho más sofisticadas que las occidentales y toda una tradición aquí). También vi a grupos espontáneos practicando taichi y a un grupo de chinos que, en plan dominguero, cantaban y tocaban, animando bastante el lugar. Fue muy bonito, una de las mejores sensaciones que he tenido desde que he llegado aquí ha sido esa, sin duda. Tanto, que me vino la inspiración y me puse a escribir y escribir hasta que se hizo de noche.

La última gran experiencia de esta semana ha sido culinaria. Hemos tenido la gran suerte de acertar más que nunca con los restaurantes y, gracias a eso, hemos disfrutado de la cocina coreana (creo que el nombre del plato es “caldero mongol” pero no estoy segura; si os toca, no dejéis pasar la oportunidad. Está exquisito) y de la china en estado puro (cerdo agridulce auténtico, bambú con setas, pollo con no sé qué verdura riquísima…). Y, además, yo también he comido esta semana joroba de camello (os diré que es una carne muy jugosa y está ¡buenísima!) y patas del pato. Por cierto que algunos compañeros ya han probado los escorpiones y dicen que saben a patatas fritas, aunque yo me niego a comprobarlo. En todo caso probaría la serpiente que, por lo visto, es uno de los platos estrella de Hong Kong.
Ah, por si acaso no os lo había dicho, aquí no te pides un solo plato. Se pide siempre en conjunto, varios platos, y se van rulando (nunca mejor dicho) en la mesa, que para eso tiene un cristal circular movible.

Con respecto al bambú os voy a contar una curiosidad. Resulta que es la materia prima de los kuaizi y dado que estos son de usar y tirar, ¿alguien se ha parado a pensar en los millones de palillos que se consumen cada día solo en China? Normal que cuando hablan de ahorro de energía en este país surjan problemas muy inconvenientes relacionados con la tradición. Ah, esta semana nos dieron una charla acerca de las políticas del medio ambiente en China y la mentalidad aquí (me atrevería a decir que como en todo el mundo) es “cómo seguir produciendo al mismo ritmo [vertiginoso, como ya sabéis] con los menores daños posibles”. Ni siquiera se plantean remotamente controlar el ritmo productivo… Y esto nos lo contó el que fue máximo dirigente del UNEP (Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente) así que si un chino de este nivel que asesora al gobierno piensa así, imaginaros qué se puede esperar de cualquier otro… Ya se puede preparar el mundo, porque entre EEUU, China, UE y, en nada, India, vamos a dar con el planeta en dos días…

Ah, otra gran experiencia muy asiática (véase Lost in translation, de Sophia Coppola) es ir al karaoke. Está claro que la imagen que tenemos en Europa de un puticlub es radicalmente opuesta a la que tienen en China porque, si no es así, ¡no entiendo por qué decoran estos lugares de esta manera! En mi espacio hay colgadas fotos aunque nada es comparable a verlo en persona. Toda una experiencia.

Este finde volvimos a salir, como no. El viernes estuvimos de nuevo en Sanlitun y ayer en Wudaokou, que es uno de los barrios más animados de Pekín. Parece mentira que haya tanta fiesta en esta ciudad. Y no es por la cantidad de occidentales que hay porque los pocos días que hemos salido nos hemos encontrado siempre con los mismos. De momento no tengo las fotos pero más adelante me las pasarán. Si ya tenemos un montón en solo dos semanas, no quiero pensar en la cantidad tan ingente que acumularemos al cabo de dos meses. ¡Menos mal que se nos ocurrió la feliz idea de grabar DVDs al final de todo el viaje porque si no es un jaleo pasar las fotos cada dos días!

La semana que viene me voy de finde a Datong que, según me han contado, es la ciudad más sucia que un occidental haya visto nunca. Por supuesto, no vamos por eso sino por las excursiones que parten de allí.

Ya os contaré qué tal.


Pd.: una gran noticia, ¡ya comienzo a controlar los kuaizi!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

si habia un local de STARBUCKS, dentro de La Ciudad Prohibida, lo acaban de quitar ante las protestas
de los chinos a traves de Internet.

Anónimo dijo...

hola!!!

la noticia de Starbucks ha salido justo esta semana en el periódico (http://www.elpais.com/articulo/economia/Pekin/quiere/Starbucks/fuera/Ciudad/Prohibida/elpepueco/20070118elpepueco_9/Tes), por si lo quieres leer..
Muy chulas las fotos del parque ese q no se como se llama

Un besote muy grande
Espe