Bueno, otra vez aquí. No solo esta es seguramente la última entrada que escriba en la ciudad de Dublín sino que, una vez más, vuelvo a estar en camino hacia un nuevo destino. Pero bueno, eso es otra historia que ya contaré la semana que viene cuando (con suerte) ¡ya haya encontrado piso!
Este fin de semana he visitado Galway, tal como os dije. La verdad es que en conjunto la excursión no fue demasiado boyante, por no decir que nos decepcionó a casi todos. No obstante, tuvo sus momentos.
Llegamos el viernes por la tarde después de cuatro eternas horas en un bus. La primera sorpresa fue descubrir un albergue gigante y súper bien preparado donde primaba la presencia española por doquier. Después de los trámites de rigor, y una precaria cena, salimos a tomar algo tranquilamente a uno de los muchos pubs genuinamente irlandeses de la ciudad.
Al día siguiente cometimos el error de visitar las islas Aran. Y digo error porque, literalmente, allí no hay nada. No sé por qué casi todos nos esperábamos otra cosa. Yo en concreto no sé muy bien qué idea llevaba pero lo cierto es que, después de escuchar a mi profesor decir fascinado que las islas son uno de los pocos lugares donde “se siente el silencio” pues no sé, como que le veía cierto misterio al asunto. La única verdad es que claro que se siente el silencio, ¡como que no hay nada en toda la isla! Solo rocas y más rocas con cuatro casas desperdigadas por el camino. En fin, por lo menos puedo decir que he estado ¿en el culo de Europa?.
Decepcionados con la excursión y aprovechando la estancia en una de “las mejores ciudades de Irlanda”, en pleno sábado noche, decidimos salir de bares. He de decir que fue una de las pocas cosas que salvó el finde porque nos lo pasamos de lujo (yo por lo menos), jaja. Además, los bares estaban genial, había mucho ambiente y mucha gente por todas partes. Así que la conclusión fue positiva (al menos esa madrugada, jeje).
Tras el inevitable despertar del domingo no quedó otro remedio que salir a arrastrarse a un lluvioso exterior donde recorrimos Galway en el increíble record de dos horas escasas. Y es que aquello es enano. Cierto es que es bonito pero, en fin, para ser sincera, solo me pareció más de lo mismo (de Irlanda, se entiende). Mi host family dice que prefiere Galway a Dublín pero vamos, que yo todo lo contrario.
En fin...
¡¡¡¡¡Deseadme suerte en Berlín!!!!!
Este fin de semana he visitado Galway, tal como os dije. La verdad es que en conjunto la excursión no fue demasiado boyante, por no decir que nos decepcionó a casi todos. No obstante, tuvo sus momentos.
Llegamos el viernes por la tarde después de cuatro eternas horas en un bus. La primera sorpresa fue descubrir un albergue gigante y súper bien preparado donde primaba la presencia española por doquier. Después de los trámites de rigor, y una precaria cena, salimos a tomar algo tranquilamente a uno de los muchos pubs genuinamente irlandeses de la ciudad.
Al día siguiente cometimos el error de visitar las islas Aran. Y digo error porque, literalmente, allí no hay nada. No sé por qué casi todos nos esperábamos otra cosa. Yo en concreto no sé muy bien qué idea llevaba pero lo cierto es que, después de escuchar a mi profesor decir fascinado que las islas son uno de los pocos lugares donde “se siente el silencio” pues no sé, como que le veía cierto misterio al asunto. La única verdad es que claro que se siente el silencio, ¡como que no hay nada en toda la isla! Solo rocas y más rocas con cuatro casas desperdigadas por el camino. En fin, por lo menos puedo decir que he estado ¿en el culo de Europa?.
Decepcionados con la excursión y aprovechando la estancia en una de “las mejores ciudades de Irlanda”, en pleno sábado noche, decidimos salir de bares. He de decir que fue una de las pocas cosas que salvó el finde porque nos lo pasamos de lujo (yo por lo menos), jaja. Además, los bares estaban genial, había mucho ambiente y mucha gente por todas partes. Así que la conclusión fue positiva (al menos esa madrugada, jeje).
Tras el inevitable despertar del domingo no quedó otro remedio que salir a arrastrarse a un lluvioso exterior donde recorrimos Galway en el increíble record de dos horas escasas. Y es que aquello es enano. Cierto es que es bonito pero, en fin, para ser sincera, solo me pareció más de lo mismo (de Irlanda, se entiende). Mi host family dice que prefiere Galway a Dublín pero vamos, que yo todo lo contrario.
En fin...
¡¡¡¡¡Deseadme suerte en Berlín!!!!!