¡Ashlema señores!, parece increíble que en tan solo tres semanas uno pueda cambiar de vida tan radicalmente. Hace 20 días disfrutaba un país donde colarse en el súper está muy, pero que muy mal visto. Hoy experimento los placeres del “sálvese quien pueda” en la cola del baño y, especialmente, en la calle, donde la ausencia de aceras convierte cualquier mínima caminata en toda una aventura sin precedentes, jeje.
Pues sí, ya estoy en Túnez capital y, aunque solo llevo aquí una miserable semana (de las más de treinta que me quedan por delante), ya me ha dado tiempo de ver/vivir un poco. Empezando por la anécdota divertida (para aquellos que todavía sonríen al recordar la historia del masaje pekinés), os diré que el otro día me enteré por casualidad que andaba diciendo a los taxistas y a algún que otro tunecino “borracho” en vez de “gracias”, y es que la diferencia entre estas dos palabras es una sola –h- (de sucram a shucram). Vaya, haciendo amigos… Ah, y el misterio de la semana fue descubrir para qué sirve una especie de manguerita que hay en todos los servicios y que ahora ya sé que es ¡el equivalente de la escobilla!
Respecto a la vida en Túnez, por lo poco que sé os puedo decir que les encantan las especias (triunfa la harissa) y los dulces (madre, yo creo que ya he engordado en solo siete días). Y por supuesto regatear. Esto último ya lo comprobé el sábado en Nabeul (ciudad de tradición cerámica, ubicada en una zona de veraneo muy turística), donde estuve de excursión con los compañeros. También visité las cuevas-canteras de El Haouaria, de donde se extrajo parte de la roca que se utilizó para construir El Coliseo.
Ah, antes de que se me olvide, un aspecto muy importante de Túnez es la integración de la mujer. Aquí son todos musulmanes pero son un país tremendamente abierto y avanzado en comparación con otros estados musulmanes. Aquí la mujer trabaja, conduce coches, lleva faldas (hasta la rodilla, eso sí) y pantalones pitillo, no se tapan la cara (de hecho la mayoría de las tunecinas no llevan pañuelo ni nada de nada) y tienen derecho al divorcio. El artífice de todas estas medidas reformistas fue el presidente Bourguiba, que cuenta con una calle en, yo creo, todas las ciudades de Túnez. No obstante, cuando uno observa que apenas hay mujeres en los bares y que a partir de cierta hora de la tarde no hay NI UNA en la calle, no puede sino preguntarse hasta qué punto es real esa libertad…
Este finde le haré fotos al zoco y la medina, ¡a ver si os gusta!
Pd: Las fotos de las excursiones de este finde por Cap Bon están colgadas en mi espacio.
Pues sí, ya estoy en Túnez capital y, aunque solo llevo aquí una miserable semana (de las más de treinta que me quedan por delante), ya me ha dado tiempo de ver/vivir un poco. Empezando por la anécdota divertida (para aquellos que todavía sonríen al recordar la historia del masaje pekinés), os diré que el otro día me enteré por casualidad que andaba diciendo a los taxistas y a algún que otro tunecino “borracho” en vez de “gracias”, y es que la diferencia entre estas dos palabras es una sola –h- (de sucram a shucram). Vaya, haciendo amigos… Ah, y el misterio de la semana fue descubrir para qué sirve una especie de manguerita que hay en todos los servicios y que ahora ya sé que es ¡el equivalente de la escobilla!
Respecto a la vida en Túnez, por lo poco que sé os puedo decir que les encantan las especias (triunfa la harissa) y los dulces (madre, yo creo que ya he engordado en solo siete días). Y por supuesto regatear. Esto último ya lo comprobé el sábado en Nabeul (ciudad de tradición cerámica, ubicada en una zona de veraneo muy turística), donde estuve de excursión con los compañeros. También visité las cuevas-canteras de El Haouaria, de donde se extrajo parte de la roca que se utilizó para construir El Coliseo.
Ah, antes de que se me olvide, un aspecto muy importante de Túnez es la integración de la mujer. Aquí son todos musulmanes pero son un país tremendamente abierto y avanzado en comparación con otros estados musulmanes. Aquí la mujer trabaja, conduce coches, lleva faldas (hasta la rodilla, eso sí) y pantalones pitillo, no se tapan la cara (de hecho la mayoría de las tunecinas no llevan pañuelo ni nada de nada) y tienen derecho al divorcio. El artífice de todas estas medidas reformistas fue el presidente Bourguiba, que cuenta con una calle en, yo creo, todas las ciudades de Túnez. No obstante, cuando uno observa que apenas hay mujeres en los bares y que a partir de cierta hora de la tarde no hay NI UNA en la calle, no puede sino preguntarse hasta qué punto es real esa libertad…
Este finde le haré fotos al zoco y la medina, ¡a ver si os gusta!
Pd: Las fotos de las excursiones de este finde por Cap Bon están colgadas en mi espacio.
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