Bueno, en vista de que esta noche es 31 de octubre he decidido no retrasar más el relato de mi viaje. No porque esta noche sea la de las brujas o las almas o cosas de esas, si no porque la semana que viene vuelvo a marcharme de excursión y si no me doy prisa, ¡¡se me van a solapar las entradas!!
La primera parada del viaje fue Gabès, una ciudad del sur del país conocida por lo visto por la calidad de su henna. En realidad no me pareció nada del otro mundo, lo mejor llegó al día siguiente, cuando salimos para Matmata. El pueblo es conocido por sus casas trogloditas, esparcidas por la zona y abiertas al público por un módico precio. Se nota que es turístico por la presencia de los autobuses turísticos y porque algunos sitios (como donde dicen que se rodó parte de La Guerra de las Galaxias) tienen preparado un servicio de comidas dentro de las propias cuevas. Eso sí, no sé en qué planeta de los que se inventó George Lucas olía como allí, porque vamos, me parece increíble que cobren por dormir en cuevas que apestan… Eso sí, fue muy interesante ver la piedra esa con la que preparaban el cuscus (la de la foto). Os aseguro que mover eso no es tarea sencilla.
No obstante, y creo que hablo por todos, lo mejor de viaje fue Toujène, un pueblo perdido entre las montañas (no sé cómo sobrevivimos a esa carretera) en el que tuvimos la oportunidad de compartir algo de tiempo con unos bereberes (de los auténticos eh?, no de pega). Por 15 dinares la noche nos llevaron a Ksar Hallouf (el primero de toda una serie de ksares típicos que nos hartamos de ver en esa zona del país), nos dieron de cenar, alojamiento y desayuno. Además por supuesto de conversación. Fue muy interesante y algo completamente original en el sentido más puro de la palabra aunque tengo que reconocer que oír cómo se desarrolla la vida allí me puso de mala leche. Imagino que los que me conocen lo entenderán al saber que según la tradición bereber, una mujer (llamémosla casi niña) debería casarse a los 17 (edad ideal), porque los 20 ya está un poco pasado el arroz. Sobra decir que la edad ideal de hombre es mucho más amplia: entre los 20-35 (me juego el cuello a que más de un cuarentón se ha casado con alguna quinceañera del lugar). No acaba aquí la cosa, porque cuando te cuentan el día a día de las mujeres no puedes (o yo no puedo) sino sentir pena por la pobre niña de la casa (preciosa), a quien le espera un futuro muy prometedor: escuela hasta la primaria y luego ya está, coger agua a la fuente (y por un camino concreto porque no puede cruzarse con hombres), preparar la comida, ocuparse de la casa y por supuesto casarse y traer hijos al mundo. No sé que les debimos de parecer nosotras, tres extranjeras de entre 23 y 26 años, solteras, con estudios, trabajando en la ciudad (y encima en otro país) y viajando por ahí con un hombre. Pero bueno, sea lo que sea no dijeron esta boca es mía, fueron SÚPER amables (de hecho acabamos pagándoles más de lo acordado), nos regalaron dátiles, aceite de oliva casero, pan de la casa, nos hicieron la henna (véase la foto) y hasta tuve la oportunidad de ponerme uno de los mantos que se colocan ellas para el día de la boda. Os digo desde aquí que fueron unos segundos, pero que si ya con eso pasé calor, madre mía, no me quiero imaginar estar así durante horas. Para mí insoportable, aunque claro yo el calor lo llevo fatal, jeje. También nos contaron un montón de cosas sobre la tradición e historia bereberes (la fiesta del matrimonio, los roles masculino y femenino, las joyas que llevan, etc.), aunque no voy a ponerlas por escrito que si no la gente se me duerme, jaja.
A la mañana siguiente, después de cargar al coche con un par de alfombras hechas a mano por esta familia y demás parafernalia maravillosa, pusimos rumbo aún más al sur, a Douirette, otro enclave perdido en medio de la nada (este mucho más que el otro), donde volvimos a pasar la noche en una cueva de la montaña. Por el camino paramos a visitar muchos ksares, que son estas casas tan particulares de la izquierda (sí, son de verdad aunque es cierto que parece el decorado de una película [por cierto que en esta zona, cerca de Tataouine, George Lucas aprovechó uno de estos ksares para ambientar parte de La guerra…, por eso el planeta de la película se llama Tatouin, en honor a la zona]) y que resultan muy originales la primera vez pero que al cabo de dos te parecen todas iguales. Para el que se aventure a conocer esta región de Túnez que sepa que con ver Ksar Hallouf y Ksar Guilane está servido. Total que después de tantas paradas y algún que otro episodio sorprendente por la carretera (os dejo con la curiosidad, el que quiera que me pregunte porque Internet no siempre es apto para menores, jaja), llegamos al pueblo en cuestión.
Para que os hagáis una idea de lo que era aquello os dejo esta foto. Y para que os situéis os diré que tras esas montañas está el Sáhara en estado puro, y no me refiero con esto a un eufemismo barato si no a una realidad desértica tan increíble como peligrosa (la mayor parte del desierto es zona prohibida, es muy difícil adentrarse [se necesitan permisos, GPS, guías, rutas, supervisiones,…] y todo esto SUPONIENDO que te dejan…). Total que allí volvimos a cenar como cerdos (menudo viaje, qué manera de comer) y alucinamos todos al darnos cuenta de que en aquel paraje y a solo unos kilómetros de las dunas teníamos agua corriente & caliente y duchas casi perfectas, algo que en este país no siempre es fácil de encontrar. Además acabamos charlando por la noche acerca de los bereberes (ya habréis notado que en esta zona de Túnez abundan) y hasta tengo un video de los compañeros bailando con el (supongo sea) gerente del hotel.
La primera parada del viaje fue Gabès, una ciudad del sur del país conocida por lo visto por la calidad de su henna. En realidad no me pareció nada del otro mundo, lo mejor llegó al día siguiente, cuando salimos para Matmata. El pueblo es conocido por sus casas trogloditas, esparcidas por la zona y abiertas al público por un módico precio. Se nota que es turístico por la presencia de los autobuses turísticos y porque algunos sitios (como donde dicen que se rodó parte de La Guerra de las Galaxias) tienen preparado un servicio de comidas dentro de las propias cuevas. Eso sí, no sé en qué planeta de los que se inventó George Lucas olía como allí, porque vamos, me parece increíble que cobren por dormir en cuevas que apestan… Eso sí, fue muy interesante ver la piedra esa con la que preparaban el cuscus (la de la foto). Os aseguro que mover eso no es tarea sencilla.
No obstante, y creo que hablo por todos, lo mejor de viaje fue Toujène, un pueblo perdido entre las montañas (no sé cómo sobrevivimos a esa carretera) en el que tuvimos la oportunidad de compartir algo de tiempo con unos bereberes (de los auténticos eh?, no de pega). Por 15 dinares la noche nos llevaron a Ksar Hallouf (el primero de toda una serie de ksares típicos que nos hartamos de ver en esa zona del país), nos dieron de cenar, alojamiento y desayuno. Además por supuesto de conversación. Fue muy interesante y algo completamente original en el sentido más puro de la palabra aunque tengo que reconocer que oír cómo se desarrolla la vida allí me puso de mala leche. Imagino que los que me conocen lo entenderán al saber que según la tradición bereber, una mujer (llamémosla casi niña) debería casarse a los 17 (edad ideal), porque los 20 ya está un poco pasado el arroz. Sobra decir que la edad ideal de hombre es mucho más amplia: entre los 20-35 (me juego el cuello a que más de un cuarentón se ha casado con alguna quinceañera del lugar). No acaba aquí la cosa, porque cuando te cuentan el día a día de las mujeres no puedes (o yo no puedo) sino sentir pena por la pobre niña de la casa (preciosa), a quien le espera un futuro muy prometedor: escuela hasta la primaria y luego ya está, coger agua a la fuente (y por un camino concreto porque no puede cruzarse con hombres), preparar la comida, ocuparse de la casa y por supuesto casarse y traer hijos al mundo. No sé que les debimos de parecer nosotras, tres extranjeras de entre 23 y 26 años, solteras, con estudios, trabajando en la ciudad (y encima en otro país) y viajando por ahí con un hombre. Pero bueno, sea lo que sea no dijeron esta boca es mía, fueron SÚPER amables (de hecho acabamos pagándoles más de lo acordado), nos regalaron dátiles, aceite de oliva casero, pan de la casa, nos hicieron la henna (véase la foto) y hasta tuve la oportunidad de ponerme uno de los mantos que se colocan ellas para el día de la boda. Os digo desde aquí que fueron unos segundos, pero que si ya con eso pasé calor, madre mía, no me quiero imaginar estar así durante horas. Para mí insoportable, aunque claro yo el calor lo llevo fatal, jeje. También nos contaron un montón de cosas sobre la tradición e historia bereberes (la fiesta del matrimonio, los roles masculino y femenino, las joyas que llevan, etc.), aunque no voy a ponerlas por escrito que si no la gente se me duerme, jaja.
A la mañana siguiente, después de cargar al coche con un par de alfombras hechas a mano por esta familia y demás parafernalia maravillosa, pusimos rumbo aún más al sur, a Douirette, otro enclave perdido en medio de la nada (este mucho más que el otro), donde volvimos a pasar la noche en una cueva de la montaña. Por el camino paramos a visitar muchos ksares, que son estas casas tan particulares de la izquierda (sí, son de verdad aunque es cierto que parece el decorado de una película [por cierto que en esta zona, cerca de Tataouine, George Lucas aprovechó uno de estos ksares para ambientar parte de La guerra…, por eso el planeta de la película se llama Tatouin, en honor a la zona]) y que resultan muy originales la primera vez pero que al cabo de dos te parecen todas iguales. Para el que se aventure a conocer esta región de Túnez que sepa que con ver Ksar Hallouf y Ksar Guilane está servido. Total que después de tantas paradas y algún que otro episodio sorprendente por la carretera (os dejo con la curiosidad, el que quiera que me pregunte porque Internet no siempre es apto para menores, jaja), llegamos al pueblo en cuestión.
Para que os hagáis una idea de lo que era aquello os dejo esta foto. Y para que os situéis os diré que tras esas montañas está el Sáhara en estado puro, y no me refiero con esto a un eufemismo barato si no a una realidad desértica tan increíble como peligrosa (la mayor parte del desierto es zona prohibida, es muy difícil adentrarse [se necesitan permisos, GPS, guías, rutas, supervisiones,…] y todo esto SUPONIENDO que te dejan…). Total que allí volvimos a cenar como cerdos (menudo viaje, qué manera de comer) y alucinamos todos al darnos cuenta de que en aquel paraje y a solo unos kilómetros de las dunas teníamos agua corriente & caliente y duchas casi perfectas, algo que en este país no siempre es fácil de encontrar. Además acabamos charlando por la noche acerca de los bereberes (ya habréis notado que en esta zona de Túnez abundan) y hasta tengo un video de los compañeros bailando con el (supongo sea) gerente del hotel.
Por último os dejo esta foto de la Mezquita de los Durmientes. Si os fijáis bien os podréis dar cuenta de que:
a) la torre está torcida
b) en las montañas del fondo se aprecia perfectamente la línea de erosión del mar, allá en los tiempos de matusalén cuando esta zona estaba llena de agua y vegetación
Lo particular de esta mezquita es que su historia es muy conocida en el mundo árabe (unos cristianos perseguidos que duermen durante años y al despertar y descubrir que la zona se ha convertido al Islam ellos también lo hacen, abrazan la religión de Alá y vuelven a dormir para, supuestamente, despertar cuando el Profeta regresa o al final de los tiempos o algo así, ¡ya ni me acuerdo!) y el emplazamiento de esta mezquita se lo disputan Turquía y Túnez.
a) la torre está torcida
b) en las montañas del fondo se aprecia perfectamente la línea de erosión del mar, allá en los tiempos de matusalén cuando esta zona estaba llena de agua y vegetación
Lo particular de esta mezquita es que su historia es muy conocida en el mundo árabe (unos cristianos perseguidos que duermen durante años y al despertar y descubrir que la zona se ha convertido al Islam ellos también lo hacen, abrazan la religión de Alá y vuelven a dormir para, supuestamente, despertar cuando el Profeta regresa o al final de los tiempos o algo así, ¡ya ni me acuerdo!) y el emplazamiento de esta mezquita se lo disputan Turquía y Túnez.
Buf, por hoy ya está bien, jeje. ¡¡Hasta la próxima!!